Sta. Cruz de la Sierra

El día 30 la tormenta nos interrumpió el sueño a las 5 de la mañana pero a las 8, cuando sonó nuestro despertador, por suerte, ya había pasado el chaparrón. Nos esperaba Susana, nuestra anfitriona de CouchSurfing, con el café ya preparado, para desayunar juntos y seguir charlando sobre nuestras vidas.

Aún digeriendo el desayuno, cogimos...oppsss tomamos (aquí el verbo coger significa otra cosa) un bus desde al lado de casa hasta el centro. Llegamos a la plaza 24 de Septiembre a eso de las 10:00 y nos metimos dentro de un Irish Pub a desayunar... dos huevos, patatas fritas y filete por el módico precio de 3€ aprox. Dimos un paseo por la plaza que justo estaban iluminando para Navidad y nos adentramos por un mercado de artesanía boliviana.

Después nos pusimos a callejear un poco y llegamos a una plaza con un gran lago en el centro, aquí la gente viene se sienta y pasa el rato. Al lado de esta plaza encontramos un mercado, bien curioso porque te venden de todo, desde gel de baño hasta utensilios de cocina, todo ello embadurnado de un olor a carne o fruta medio podrida. Aún así en el mercado es donde pudimos ver la gente propia del lugar, y como hacen la vida en el día a día, por ejemplo, el plato en el que te sirven la comida en la calle lo meten dentro de una bolsa de plástico, así cuando tu acabas cambian el plastico y se ahorran el fregarlo.

En Santa Cruz hemos empezado a ver nativos Bolivianos. No hay que ser un experto para reconocerlos, mujeres con faldas de colores vivos y trenzas largas, una a cada lado, bajos, morenos, rasgos indígenas, y trístemente, normalmente tirados en las calles del centro (más en estos meses de Navidad nos dijo Susana) pidieno y haciendo bailar a sus hijos para poder ganarse un par de pesos.

Al finalizar tanto paseo, volvimos a casa de Susana y una vez allí se ofreció a llevarnos a una librería a ver si tenían el libro “Cincuenta sombras de Grey” porque por el centro estaba agotadísimo. Al final lo conseguimos, a precio europeo, pero lo conseguimos, así que, aprovechando que teniamos la tira de bares en frente de la librería - dentro de un shopping -, nos compramos una pizza familiar riquísima por unos 8€ y nos volvimos a casita con el estomago lleno.

Diciembre amaneció con sol y calor, mucho sol y mucha calor, justo el día que teníamos planeado ir a "las Lomas de Arena", a uno 16 km de Sta. Cruz. A pesar de la caloraza eso hicimos, nos metimos en el taxi y nos dejó en la entrada de las lomas, caminamos, caminamos, caminamos y después de siete kilometros bajo un sol de justicia, LLEGAMOS!! Subimos hasta arriba de la duna esperando encontrar al otro lado una maravillosa laguna de agua donde podernos bañar (al menos eso decia la guía) pero, NO!! Estaba seco, seco, reseco... Suerte que en el camino hay un hotel que por 50 pesos nos dejó usar la piscina por unas horas.

Así una vez refrescados el camino de vuelta no fue tan duro. A la vuelta lo que se hizo insoportable no fue el sol sino los mosquitos, pero para arreglarlo todo, un helado impresionante y una jarra de 2 LITROS de batido de frutilla (fresa) en Pícolo: un establecimiento dónde sirven toda clase de pasteles, batidos y en general grandes cantidades de azúcar en diferentes formas y colores y que ocupa toda una cuadra en el centro de Santa Cruz!

La última noche en casa de Susana la pasamos con toda la familia, vinieron su hermana y su cuñado, que han vivido en Girona durante seis años y han regresado a Bolivia hace unos 3 meses para empezar un negocio en Santa cruz, con sus dos hijas catalanoparlantes y nos dieron las tantas charlando.

La mañana del día 2 la pasamos de camino a Samaipata, dentro de una monovolumen de 15 plazas durante unas 3 horas eso sí, con unos paisajes increibles.